Cómo manejar los momentos de crisis.
Las familias no son estáticas y a lo largo del tiempo pasan por distintas etapas como lo son la creación de la pareja, el nacimiento de los hijos, la crianza, el nido vacío, la reconexión con la pareja, etc.
Conocer dichas etapas nos puede ayudar en un primer momento a sentar las bases y a estar un poco más preparados para lo que se avecina. Y digo “un poco más” porque en realidad a pesar del conocimiento de dichas etapas siempre hay cambios que nos toman por sorpresa, ya sea porque han sido repentinos o porque por el contrario se han ido cocinando poco a poco sin que nos hayamos dado cuenta.
Como es de suponer, cada etapa implica una serie de cambios y los cambios como suele suceder vienen precedidos o sucedidos de momentos de crisis. Los momentos de crisis pueden potenciar, entorpecer, modificar o rigidizar las dinámicas relacionales que hay entre los miembros de una familia por lo que en relación al ciclo vital de la familia son un arma de doble filo: pueden ser aprovechados para revelar una montaña de recursos y ser la catapulta a la siguiente etapa o por el contrario, estancar en un bucle de patrones interminable.
Lo que sucede con muchas familias es que, cuando llega la hora de la transición, entre una etapa y otra, continúan funcionando de la misma forma que en la etapa anterior en un intento de que “todo permanezca igual” lo que genera precisamente el resultado contrario.
Reinventarse y adaptarse a la nueva etapa es parte del proceso y requerirá de su buena dosis de cambios, de crisis y si nos sobrepasa, de sus buenas dosis de terapia familiar también.