Cuando se tienen hijos, una de las principales preocupaciones de los padres es si “lo están haciendo bien”, si la educación y ejemplo que les están dando es lo mejor.
Cuando los miembros de la pareja comparten cultura, valores, prioridades, formas de hacer las cosas y comunicarse, es más probable que los estilos de crianza que tengan con sus hijos sean similares y sin mucho problema puedan acordar fácilmente aspectos básicos o importantes como el tipo de educación que deberán tener, el tipo de escuela a la que deberán ir, dónde trazar límites y cómo ponerlos, qué idioma hablar y qué religión deberá profesarse en casa (si es que la hay), por ejemplo.
Sin embargo, en muchas ocasiones hay discrepancias en la misma pareja sobre lo que significa ser un buen/mal padre o madre y por qué camino llevar a los hijos, por lo que las discusiones en este sentido se convierten en el pan de cada día. Cuando se hace imposible poder llegar a un acuerdo aún en las cosas más básicas respecto a este tema, se considera que los miembros de la pareja poseen “estilos de crianza diferentes”.
Es importante recordar que al mismo tiempo nosotros somos hijos y que la experiencia que tenemos o tuvimos con nuestros padres influye en el estilo de crianza que diseñamos. Dicho esto, es natural que a veces existan dificultades para construir un estilo de crianza en pareja, por lo que la terapia puede ser de gran utilidad para generar un frente parental común.