Se dice que existe maltrato cuando por acción u omisión se atenta contra la integridad de una persona, su salud física o mental, o la propia vida.
La violencia y el maltrato son fenómenos relacionales, lo que significa que su base y origen no está en las personas mismas sino en la relación que se construye con los demás. En dicha relación se pueden encontrar generalmente patrones de comunicación disfuncionales que pueden incluso repetirse a lo largo de varias generaciones.
Existen diferentes modalidades de maltrato y niveles de gravedad también: violencia física, psicológica, sexual, negligencia, por mencionar algunas. Sin embargo, la violencia no debe normalizarse en ningún caso y a los primeros indicios se debe dejar claro que es intolerable, ya sea entre los miembros de una pareja o entre padres e hijos.
El maltrato físico siempre va precedido del psicológico que es menos evidente. Los insultos, las humillaciones, amenazas y gritos suelen causar mucho más daño que los golpes, a excepción claro de los casos en los que se amenaza la vida. En estos casos extremos es necesario, en un primer momento, el control del agresor y la protección a la víctima. Sin embargo, esto debe ir secundado necesariamente de un acompañamiento psicológico para ambos.
La terapia ayuda en todos los casos a transformar los patrones disfuncionales en otros más nutricios que permitan demostrar amor con reconocimiento, aceptación y valoración. Todos ingredientes necesarios para prevenir y transformar los ciclos de violencia.