Cuando una enfermedad crónica aparece, se pueden presentar momentos de crisis y desorganización en toda la familia por los cambios que supone. Es natural que se experimente una pérdida de control y que, en primera instancia, se afronte esta situación de la misma forma en que se han afrontado otras crisis o momentos de tensión.
Aún cuando los estilos de cada familia para afrontar la enfermedad pueden ser muy variados, hay dos aspectos muy importantes a tomar en cuenta. El primero de estos aspectos es aprender a convivir con la enfermedad día a día: una dosis de flexibilidad suele ser de gran ayuda para sobrellevar los cambios y generar nuevos recursos. El segundo aspecto es lograr un equilibrio entre la cercanía y la distancia que se tiene con la persona que ha sido diagnosticada con la enfermedad ya que, demasiada cercanía o sobreinvolucramiento puede restarle autonomía y por otra parte, demasiada distancia puede generar un sentimiento de abandono.
El apoyo psicológico puede ayudar a gestionar las emociones que surgen en todos los miembros de la familia ante estos procesos de acomodación.