El diálogo es una herramienta que conviene utilizar para prevenir, evitar o solucionar dificultades relacionales.
Un diálogo que tiene éxito consiste en lograr comunicar nuestras necesidades de forma asertiva en lugar de depositarlas en una queja dirigida al otro. No es lo mismo decir a la pareja: “¡Eres un (una) irresponsable, otra vez olvidaste lavar los platos¡ a “Veo que los platos siguen sucios, necesito que me ayudes con las tareas de casa que me siento desbordada (o)”
Lograr conectar con nosotros mismos y tomar conciencia de lo que sentimos y necesitamos no es tarea fácil, como tampoco lo es evitar caer en la tentación de culpar al otro. Así mismo, no basta con explicitar nuestras necesidades claramente, es necesario que sea de una forma respetuosa, en un tono amable y evitando frases descalificatorias del tipo: “te lo dije”, “lo hago solo por ti”, “ya deja lo hago yo”.
Por último, es importante que no aparezca la reprobación. Una vez que se ha tenido éxito expresando las necesidades y el otro, en respuesta, ha realizado un movimiento positivo; debemos tener cuidado en no menospreciarlo. Los comentarios dirigidos a que el movimiento no ha sido suficiente o que se podía haber hecho mejor, generan problemas sin haberlos.
El espacio terapéutico posibilita un cambio en la forma que nos comunicamos con los demás y por tanto en la relación misma. Abre nuestra mente a nuevas formas de ver y hacer las cosas.