A través de las interacciones diarias, los miembros de una pareja establecen una forma particular de comunicarse, de hacer las cosas, de generar acuerdos y organizarse: definen una jerarquía.
Hablar de jerarquía es hablar de poder, de quién toma las decisiones o tiene la última palabra, de quién guía y dirige. Las jerarquías son fáciles de identificar en otros contextos (maestro/alumno, jefe/empleado), sin embargo en las parejas es resultado de una construcción.
Las parejas simétricas son aquellas que se fundamentan en la igualdad y por tanto sus miembros tienen las mismas oportunidades de decidir. Al encontrarse en el mismo nivel, la negociación es clave si se quiere evitar peleas y conflicto de intereses.
Por otra parte, las parejas que se han establecido como complementarias, parten de la diferencia; uno de los miembros asume una posición superior y es el encargado de tener la última palabra. La comunicación es importantísima para que las decisiones que tome se dirijan a un proyecto común y no arbitrario.
Ninguna de las posturas anteriores es mejor que otra si es de común acuerdo. Sin embargo, en muchas ocasiones, la expectativa de uno de los miembros de la pareja no corresponde con las del otro, generando dificultades.
La terapia de pareja es de gran utilidad en todos los casos ya que brinda herramientas tanto a las parejas simétricas o complementarias, como a aquellas que no tienen una jerarquía definida o que, por cambios contextuales (trabajo nuevo, migración, nacimiento de hijo, etc), se encuentran en una etapa de transición entre una postura y otra.