Cuando a partir de una relación insostenible una pareja decide separarse, inicia un proceso de duelo que puede generar distintas emociones como la rabia, tristeza y culpa; así como una sensación de fracaso o daño en la autoestima.
Los cambios que implica conllevan una reorganización en distintas áreas, desde las más básicas y cotidianas como buscar un nuevo lugar para vivir, hasta las más complejas relacionadas por ejemplo con la custodia de los hijos, en caso de tenerlos.
Es importante recordar que aún cuando la pareja se haya disuelto, las funciones parentales tienen que conservarse y deben continuar: se es padre o madre para toda la vida.
Si la separación entre la pareja no ha sido armoniosa y es fruto de una historia larga de conflictos entre los padres, uno de ellos (o ambos) puede caer en la tentación de poner a sus hijos en contra del otro progenitor en un intento de inclinar la balanza a su favor.
Frases del tipo: “tu padre no te quiere tanto como yo”, “tu madre siempre ha sido una irresponsable, no cuidara de tí”, “tu padre nos abandonó porque no nos quiere” o “cuando veas a tu madre no le hagas caso”, generan en los hijos gran confusión y un daño significativo.
Este fenómeno relacional conocido como Síndrome de Alienación Parental, puede evitarse. La terapia de pareja no sólo es útil cuando se apuesta por continuar una relación, sino también en aquellos casos en los que la separación es necesaria, ayudando a que ésta se haga de la mejor forma posible.