El Transtorno del Espectro Autista, comúnmente conocido como autismo, es un transtorno neurológico que puede ser detectado a partir de aproximadamente los 3 años de edad y que continúa a lo largo de la vida. En la adolescencia es posible que se atenúe o estabilice aunque no en todos los casos es así.
Las personas con TEA poseen un sistema de pensamiento diferente que les genera problemas en la socialización, lenguaje y la comunicación: existe un retraso o ausencia del lenguaje oral, puede faltar el contacto visual u otras formas de reciprocidad social, sus actividades son en general restringidas y repetitivas a manera de rituales o rutinas muy establecidas.
Sin embargo dichas manifestaciones del transtorno pueden cambiar de una persona a otra, de ahí la palabra “espectro” en el nombre. Por tanto, el tratamiento también es variado y puede pasar por diferentes etapas, desde medicamentos, hasta dietas especiales, ejercicios para el desarrollo de habilidades, entre otros.
La familia puede ser también una fuente recursos y un potente medio por el cual intervenir. Como en toda situación nueva, la flexibilidad juega un papel importante ya que ayuda a incorporar diferentes ideas y formas de hacer las cosas. Así también, debido a la limitación de la autonomía de la persona con TEA, es fundamental que los cuidadores (generalmente los padres) se cuiden a sí mismos del agotamiento, busquen redes de apoyo y estrategias de descarga emocional o de liberación del estrés.
La terapia familiar en estos casos ayuda a encontrar las excepciones positivas en las situaciones de mayor dificultad para promover aquello que sí ha funcionado, logrando transmitir la validación y el reconocimiento que la persona con TEA necesita, sin descuidar a otros miembros de la familia.