El amor es un fenómeno relacional complejo, necesario para nuestro bienestar y clave en la construcción de la personalidad.
Existen diversas maneras de amar y de ser amado, sin embargo para que el amor se pueda definir como tal debe existir un juego relacional psicológicamente nutricio (nutrición relacional). Además, no basta con demostrarlo, el otro tiene que poder percibirlo y tener la conciencia de ser amado.
Existen, por tanto, distintos elementos que son la base de toda nutrición relacional:
El primero de ellos se refiere al reconocimiento. Hablar de reconocimiento es descubrir al otro en su singularidad, respetar que posee necesidades y deseos propios. Es también advertir que la otra persona no es una cosa o extensión de uno mismo y que por el solo hecho de existir se merece un lugar. Es, por tanto, la antítesis al control y al dominio ya que aceptar la existencia del otro en su totalidad, implica necesariamente limitar la propia.
Otro de los elementos básicos es la valoración. La valoración es poder identificar, admirar y apreciar todas las cualidades que tiene el otro sin ninguna interferencia. En ocasiones las exigencias y expectativas se pueden transformar en estas interferencias que nos impiden reconocer la valía del otro o incluso de nosotros mismos. Los insultos, las etiquetas, los prejuicios, son todos ejemplos de descalificaciones contrarias a la nutrición relacional.
Por último pero no menos importante se encuentra el cariño y la ternura. Más relacionados con el plano afectivo, el cariño y la ternura refieren también una pequeña renuncia de uno mismo a favor de cubrir las necesidades del otro en este plano. Cuando el amor se contamina con el poder es aquí donde aparecen los gritos, la rabia y los conflictos que sustituyen esta conexión afectiva tan importante.
La familia, al ser el eslabón que nos conecta con la sociedad, es el contexto perfecto donde podemos aprender a dar y recibir amor de forma nutricia. La terapia ayuda en aquellos casos en los que dicha nutrición relacional ha sido sustituida por otros juegos relacionales que son dañinos y que generan situaciones de suicidio, abuso o maltrato.