Establecer límites no punitivos a los niños, es decir, sin castigos, gritos, chantajes, golpes o riñas, es uno de los temas más controvertidos de la crianza respetuosa. Durante mucho tiempo el modelo de recompensa y castigo se ha normalizado a tal punto que es difícil imaginar otro tipo de educación. Por fortuna, esto se va modificando poco a poco con la introducción de otros modelos que aportan muchos beneficios, evitando el daño físico y psicológico que conlleva la violencia.
Casi todos los modelos coinciden en que los límites son importantes para el desarrollo del niño, pero hoy en día existe aún una confusión en cuanto a la definición del concepto. Para muchos, los límites tienen una base en el control y el dominio, poner límites significa en este sentido que el niño tiene que hacer todo lo que uno desea.
Sin embargo, desde la crianza respetuosa los límites son simplemente fronteras para guíar a los niños a que crezcan y aprendan de la mejor forma las reglas del mundo en el que vivimos.
Esta diferencia es básica, ya que en la crianza respetuosa el autoritarismo se cambia por «elegir las batallas» y dar prioridad a aquellos límites relacionados con la salud y seguridad del niño así como en relación al respeto a los demás. Así mismo, cuando se quiere establecer un límite, éste debe cumplir con las siguientes características:
Claro, sencillo y razonable, es decir, siempre en correspondencia con lo que el niño puede hacer respecto a su edad. Importante no dar dobles mensajes o pedir cosas para las que no esté preparado. P. ej. «Puedes jugar en el parque pero sin cruzar esta valla de madera».
Explicado, es decir, se debe clarificar la razón o el por qué de la norma todas las veces que sean necesarias. Las explicaciones también serán de acuerdo a la capacidad de comprensión del niño, dejando las explicaciones más elaboradas para aquellos que tienen más edad. P. ej. «Si cruzas la valla te pierdo de vista y no podré darme cuenta si te pasa algo o necesitas ayuda, es peligroso».
Expresado positivamente, esto implica un monitoreo rápido de nuestro estado de ánimo antes de comunicar la norma. Si estamos cansados o de mal humor, por ejemplo, no será el momento más adecuado y será necesario volver a un estado de mayor calma.
Con una consecuencia coherente. Es importante saber diferenciar entre consecuencia coherente y castigo ya que suele existir confusión. En caso de que el niño no cumpla la norma, no impondremos una consecuencia negativa y arbitrária que nada tenga que ver con el traspaso del límite (castigo), sino que acordaremos con él una consecuencia ligada directamente con la situación. P. ej. «Si llegas a cruzar la valla no podremos quedarnos más tiempo en el parque y tendremos que volver a casa. ¿Estas de acuerdo?»
En caso de que el niño siga la regla y respete el límite es importante reconocerlo. P. ej. «Estoy muy contenta porque has seguido la regla que hemos acordado. Sé que puedo traerte al parque tranquilamente».
En caso contrario, es muy importante primeramente validar las emociones que surjan en el niño (rabia, tristeza, etc) y posteriormente ser firmes con la consecuencia coherente. P. ej. «Sé que estas triste porque nos tendremos que ir del parque, pero acordamos que no cruzarías esa valla porque es peligroso. Entiendo que te duela, pero no quiero que te pase nada, asi que nos tendremos que ir».
Cuando no se ha explicitado una norma en concreto pero el niño acude a un mal comportamiento siempre es de utilidad preguntar antes que reaccionar: «¿qué ha pasado?, ¿por qué has actuado así?», con base a la respuesta validar la emoción, explicitar una norma y continuar con los pasos antes mencionados.
Para poder educar desde el respeto, como padres es importante que seamos congruentes y vivamos desde el respeto (hacía con uno mismo y hacía los demás), igual de importante es que seamos modelos de una gestión emocional saludable. Esto no siempre es fácil ya que en ocasiones y por diversas razones, podemos reaccionar de forma automática, violenta o fuera de lugar. En esos momentos, es necesario hacer una pausa, reconocer que no se ha actuado de la mejor forma y rebobinar para hacerlo mejor. P. ej. «Lo siento, estoy muy cansada, así no es como quería hablarte. Voy a empezar de nuevo».
A partir de los 3 años los niños son capaces de internalizar las reglas y de hacerlas propias porque comprenden que tienen un sentido o razón de ser. La internalización es uno de los objetivos de la crianza respetuosa en relación a los límites, además de propiciar el aprendizaje a través del diálogo.
Los modelos autoritarios basados en el poder y castigo, logran que el niño altere el comportamiento pero no que integre la norma. El niño recibe el mensaje de que mientras no sea visto, no pasará nada, por lo que él tenderá a esconder las travesuras y como padres a estar en un estado constante de hipervigilancia. Todo lo anterior, genera un mayor desgaste emocional para todos por lo que es mejor invertir el esfuerzo desde un inicio en la internalización y no romper la relación de confianza.
Por último, mencionar que la crianza respetuosa tiene su base también en el amor incondicional; en querer y aceptar a nuestros hijos con su escencia única y no condicionar el amor a lo que hagan o digan y esto es lo que se transmite en todo momento. La relación madre/padre – hijos, es de por vida y es imprescindible tener claro que el amor y el respeto es algo que ellos se merecen por el solo hecho de haber nacido y no algo que tienen que ganar.