Separación y Divorcio

De manera general, el objetivo de una pareja es compartir un proyecto común en el que cada uno de sus miembros pueda desarrollar su máximo potencial en un ambiente nutricio, de afecto y apoyo mutuo.

Sin embargo, cuando en una pareja se experimenta una insatisfacción constante, los proyectos individuales vitales interfieren en los del otro o se llega a un punto innegociable debido a una alta incompatibilidad, lo mejor es plantear su disolución. Basta con que uno de los dos miembros de la pareja no desee mantener más la relación o ya no visualice un futuro compartido, para explorar dicha posibilidad y ponerla sobre la mesa.

A diferencia de lo que mucha gente puede pensar, la terapia de pareja no siempre apuesta por la unión de la misma. Su objetivo principal es ayudar a que los miembros de la pareja clarifiquen en qué punto de la relación se encuentran para que después puedan descubrir hacía donde quieren caminar. Una vez establecida la dirección, el terapeuta acompañará y asesorará en dicho proceso respetando los tiempos de cada persona.

Así pues, el camino puede estar dirigido a superar alguna crisis, a reconectar, a realizar cambios, es decir, a hacer todo lo necesario para mejorar la situación actual de la pareja; o por el contrario, si la pareja opta por la separación, se puede ayudar a disolver el vínculo de la mejor manera posible con el menor coste emocional.

Los divorcios y las separaciones pueden ser difíciles porque implican un proceso de duelo en el que no sólo se pierde al otro, sino la parte de uno mismo que está vinculda al otro: sueños, expectativas y esperanzas. Se pierde además una estructura familiar y una cotidianidad que tiene que ser reorganizada. Así mismo, la dificultad puede estar en vivir la separación como un fracaso ya que, a pesar de que cada vez está más normalizada, los mitos del amor romantico «para siempre» y demás presiones sociales, culturales o familiares pueden obstaculizarla.

De ahí que la terapia sea una gran herramienta también en estos casos para dar un espacio a todas las emociones que pueden surgir, preparar el terreno de la separación, potenciar la independencia y el crecimiento personal y en el caso de que la pareja tenga hijos, ayudar a generar una nueva estructura familiar. En este último caso, cabe recordar que las funciones parentales (el ser padre o madre) sí son para siempre.