Duelo proviene del latín “dŏlus” que significa dolor o doliente; es el doloroso proceso normal y sano de elaborar una pérdida para adaptarse a una nueva realidad.
La pérdida es una renuncia forzada a algo que considerabamos valioso y que nos gustaría seguir teniendo. Podemos perder algo físico, como algún objeto o pertenencia, pero también podemos perder a una persona cuando fallece o algo intangible como la libertad, un proyecto, relación o ilusión.
El duelo es un concepto que abarca todas las pérdidas forzadas que podemos experimentar y está estrechamente relacionado con el cambio, por lo que es un recordatorio de la finitud de las cosas, de que nada permanece y todo está en movimieno constante.
Soltar y dejar ir aquello a lo que nos apegamos genera tristeza, sin embargo, si la pérdida se integra de forma adecuada, nos ayuda a madurar y desarrollarnos como personas. La tristeza es, en este sentido, «la expresión de una vida que se va extinguiendo y de otra que está por brotar» (Arturo Michel); una llave que abre terreno a lo nuevo y que nos invita a la transformación de nosotros mismos.
Según el Dr. Kavanaugh (1972), existen 7 etapas de duelo, sin embargo, cada persona vive este proceso de forma diferente, por lo que dichas etapas pueden experimentarse en otro orden, no presentarse o incluso repetirse:
1) El impacto emocional: El shock inicial genera un bloqueo y una negación como mecanismo de protección y huida contra el dolor.
2) La desorganización de sí mismo: Aparece una confusión y pérdida de contacto con la realidad.
3) El sentimiento de coraje: Debido a la sensación de impotencia, surgen explosiones de resentimiento hacia los demás que es mejor dejar expresar.
4) El sentimiento de culpa: La culpa aparece con la sensación de haber podido hacer algo más o diferente, producto de una idealizacion del pasado.
5) La aceptación de la pérdida o experiencia de soledad: Surgen sentimientos de tristeza, soledad, vacío, abandono o rechazo producto de experimentarse uno mismo sin ese algo o ese alguien en la vida.
6) El alivio: Apreciación del vaiven de la vida y de la valoración personal. Surge el desapego y la conciencia de que a pesar de que todo fluye, uno permanece.
7) El restablecimiento de sí mismo: El dolor disminuye, se piensa en el futuro, aparece la esperanza. Se vivencia una transformación en otro, sin dejar de ser uno mismo.
A pesar de que la mayoría de la gente no necesita intervención terapéutica durante el duelo, es importante mencionar que existen casos en los que sí es necesaria. Por ejemplo, si ha pasado más de un año y aún existen situaciones desadaptativas o de desbordamiento que impiden a la persona rehacer su vida, se aprecia un estancamiento prologado en alguna de las etapas o se presentan somatizaciones producto de un encubrimiento de las emociones.